Si lo único que podemos cambiar es el mercado en nuestra casa, lo único que vamos a cambiar es el mercado en nuestra casa. No hay una relación tan directa entre lo que compramos y la generación de cambios en el sistema económico y político en el que vivimos. Cuando practicamos el veganismo nos excluimos de participar directamente en un sistema de producción injusto y violento que debería terminar pero que sigue funcionando sin nuestra participación. Habría que cuestionar si es verdad que la población vegana ha aumentado en los últimos años o no, pero suponiendo que sí ha aumentado, no ha sido suficiente como para afectar la producción ganadera y pesquera que se mantiene creciendo de manera estable. Podríamos interpretar el veganismo como un boicot permanente a los negocios de empresas y corporaciones que se benefician económicamente de que billones de animales no humanos sean sometidos y asesinados. El veganismo es una acción política permanente, pero al mismo tiempo las veganas y veganos somos un nicho de mercado que por pequeño que sea puede ser atractivo para esas mismas corporaciones y empresas. Entonces el veganismo pierde su relevancia como parte esencial de un movimiento por los derechos de los animales y se convierte en la preferencia que hace que ciertos consumidores elijan esta marca en lugar de esta otra. Que una corporación decida ofrecer productos veganos no quiere decir que decidió tomar una posición en contra de la explotación sino que reconoce una demanda que puede satisfacer. Es mejor apoyar negocios de personas veganas que quieren ganarse la vida dentro del movimiento, pero teniendo presente que dejar de consumir esto por consumir lo otro no es suficiente. Practicar el veganismo no es algo que hacemos porque pensemos que votar con el dólar es efectivo sino porque sabemos que no es ético ser parte activa de un sistema injusto cuando está dentro de nuestras posibilidades dejar de serlo. Sin embargo la idea de votar con el dólar está bastante popularizada. Si yo me hago vegano y logro que otras dos personas cercanas se hagan veganas, el movimiento va a crecer exponencialmente y la explotación va a terminar porque dejará de ser rentable. Sería un escenario muy favorable pero tiene más sentido pensar que el veganismo como nicho de mercado puede crecer y decrecer dentro de unos límites sin tomarse el mercado completamente. Si veganas y veganos somos un mercado objetivo para vender hamburguesas veganas con una marca de capitalismo verde, y no un grupo organizado de activistas trbajando por un movimiento amplio para la liberación animal que incluya a personas no veganas, que demande una transición a un sistema de alimentación y producción a base de plantas, y que a su vez haga parte de una red de movimientos sociales anticapitalistas, el veganismo se queda en una tendencia de consumo que puede ser asimilada fácilmente por el capitalismo stakeholder y la facción liberal del establecimiento capitalista. Como incluyen la bandera lgtbiq + en sus logos durante el mes del orgullo, eventualmente incorporarán el símbolo ⓥ, en algúna fecha relacionada con la lucha por la liberación animal, y lanzarán promociones para vender productos veganos con descuento. O peor, podríamos vivir en una distopía vegana en la que perdamos el acceso al agua y a los alimentos que crecen de la tierra, y tengamos que sobrevivir comiendo soylent verde vegano, producido por una multinacional cuyos principales accionistas serían personajes como Bill Gates y Jeff Bezos, mientras pasamos el tiempo en el encierro para reducir nuestra huella de carbono (término inventado por Ogilvy & Mather para British Petroleum) y/o la dispersión de algún virus “mortal”; reduciendo nuestra interacción social al Metaverso de Mark Zuckerberg, en donde todas nuestras acciones serán guiadas y monitoreadas. Who Invented the ‘Carbon Footprint’? The Shocking Origins・EcoWorlder・Medium Un caso evidente de asimilación corporativa de un movimiento social es el de Nike y Coleen Kaepernik (vegano). El jugador de fútbol americano decidió poner una rodilla en el suelo en lugar de levantarse durante el himno nacional como protesta contra la brutalidad policial y el racismo institucional. Nike, patrocinadora del equipo y del jugador, vió una oportunidad para posicionarse como una marca audaz, montarse en la ola de un tema de actualidad y ganar puntos en el mercado afroamericano apoyando la lucha antiracista del jugador. Mientras que a Coleen Kaepernik, su acto de protesta le costó el trabajo, a Nike le costó únicamente la indignación de algunos activistas conservadores que compraron sus tenis para quemarlos en video. Al mismo tiempo celebridades liberales (shitlibs) usaron sus plataformas para mostrar su apoyo a la marca. Recuerdo a Jim Carrey en el night show de un canal de televisión corporativo mostrando sus nuevos Nikes “amigos de la libertad”. Jim Carrey in Real Time with Bill Maher・Real Time With Bill Malher・HBO Nike tomó una posición a favor de la lucha antiracista pero es una corporación que ha hecho su fortuna a punta de comercializar productos hechos por la mano de obra prácticamente esclavizada de trabajadores y trabajadoras en sweatshops, ubicados en zonas de libre comercio donde la legislación sobre los derechos laborales o no aplica o es inútil, y la fuerza laboral: — personas viviendo en condiciones precarias que les obligan a tomar trabajos mal pagos para sobrevivir —; es sometida a toda clase de abusos que suelen ser reforzados violentamente por guardias privados o la policía y el ejército de sus países. Países ubicados en Asia o en Centro América, donde el origen étnico de la mayoría de su población no es precisamente europeo. Además de votar con el dólar, es necesario para develar la ideología que normaliza el horror de las industrias mediante el activismo, facilitando el espacio para que las personas puedan aprender sobre el tema, pensar y cuestionarse. También es fundamental apoyar y hacer parte de movimientos sociales anticapitalistas, independientemente de que quienes participan en estos movimientos no practiquen el veganismo o hasta tengan una percepción negativa sobre el mismo. Cuando adoptamos el veganismo no dejamos de pertenecer a la comunidad discriminada o a la clase explotada, ni dejamos de luchar por nuestros intereses. Hacer parte de otros movimientos nos permite compartir nuestros argumentos, dejando el tema de la liberación animal abierto para ser analizado por quienes están dispuestos a generar cambios individuales, políticos y culturales que nos permitan avanzar hacia una sociedad justa. Es muy fácil pensar que como mis hábitos de consumo están alineados con mis ideas respecto a la explotación y violencia sistemática contra los animales, entonces quienes trabajan por los derechos de sus comunidades son hipócritas debido a que no consumen responsablemente, y la reivindicación de sus y nuestros derechos es algo en lo que no debo participar. Contenido que desarrolla este tipo de ideas hay suficiente y genera una buena cantidad de likes entre veganas y veganos. El problema es que cuando nos negamos a participar en otros movimientos sociales nos dividimos y aislamos, disminuyendo nuestra capacidad de influencia todavía más. Si lo único que podemos cambiar es el mercado en nuestra casa, lo único que vamos a cambiar es el mercado en nuestra casa. No hay una relación tan directa entre lo que compramos y la generación de cambios en el sistema económico y político en el que vivimos.